“Si Dios quiere, y me da la cabeza, vamos por más”, expresó María Esther Silva, de tiene 90 años de vida y otros tantos de lucha incansable. Acaba de terminar la Primaria y quiere seguir estudiando porque, asegura, que le ayuda a recordar y a recuperar la memoria.
En su casa de Villa Ballester, en San Martín, los cuadernos permanecen siempre sobre la mesa. No sólo son sus útiles escolares sino también están los de Mirta Mónica Arias, una mujer de 49 años a quien conoció hace tres pero que la considera como de su familia.
La historia de ambas está unida por un pasado muy similar y por un presente en común. Ambas asisten a una iglesia Adventista. Allí, tiempo atrás, alguien le dijo a Mónica que Esther necesitaba quien la cuidara y, a Esther, que Mónica buscaba trabajo. Al poco tiempo, la más joven se mudó a la casa de Esther y nunca más se separaron.
Esther es viuda desde hace varios años y nunca tuvo hijos. Tampoco tiene familiares. Su infancia, adolescencia y parte de su juventud transcurrieron en un hogar de menores tutelados por el Estado. Desde que tuvo conciencia hasta los 21 años vivió en San Martín, lugar donde concurrió a la escuela y donde, también, aprendió a coser, bordar y tejer.
Siempre amó el trabajo que podía realizar con sus manos por eso, cuando cumplió la mayoría de edad, pudo alquilar una casa y subsistir gracias a su trabajo. “Hacía vestidos de novia”, recuerda con la satisfacción de quien fue una gran modista. Tenía 36 años cuando se casó con su único amor.
Los años vividos se sienten en el cuerpo. Esther padece de diabetes, hipertensión y de sordera. Pero lo que más le preocupaba era la pérdida de su memoria.
Mónica, por su parte, había nacido en el campo, en el seno de una familia numerosa y con muchas carencias económicas. Gran parte de su infancia la pasó en un internado y, luego, trabajando para ayudar al sostenimiento de sus hermanos. Se casó muy joven y pronto tuvo cuatro hijos.
Cuando llegó a la casa de Esther le contó su intención de comenzar la escuela para aprender a leer y escribir. La idea entusiasmó a ambas y juntas se inscribieron en la Educación Primaria para Adultos (EEPA) 707 del barrio Costa Esperanza.
Desde entonces, las dos mujeres asistieron a la escuela, una para aprender y, la otra, para recordar. “Cuando lograba acordarme le podía enseñar a Mónica”, cuenta Esther, cuya memoria mejoró con la dedicación de la maestra Liliana Massa, que adaptaba los contenidos curriculares con una actividad de tipo taller de memoria.
La escuela fue para ambas un nuevo lugar de encuentro, de amistad, de reivindicación porque aseguran que “no hay edad para salir adelante”.
A los 49 años, cuando se prepara para convertirse en abuela, Mónica, también logró obtener su título de estudios Primarios. Tiene muy claro que va a seguir estudiando y cuenta con el apoyo de sus hijos y su incondicional compañera Esther.
Esther y Mónica son parte de los Egresados Destacados de la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia entre los que se encuentran Maira Ludmila Chaparro, Gianni Raso, Victoria Villalba, Rodrigo Luna, Enrique Osti, Federico Emanuel Romero, Gladys del Valle Luna y Daniel Muñoz.
