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Quilmes: Lázaro, un proyecto que une la programación y la accesibilidad para alumnos no videntes

Miguel Barraza es conocido por su memoria y capacidad. Miguel es estudiante de la Tecnicatura en Programación Informática de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Miguel usa lectores de pantalla para programar. Miguel, hoy, es ayudante de la materia Programación con Objetos I. Ah, Miguel también es ciego.

Cuando empezó a cursar Objetos I surgió un inconveniente: la implementación (Pharo) del lenguaje que utilizan para programar (Smalltalk) no es compatible con los lectores de pantalla. Si el programa que traduce lo que aparece en el monitor de texto a voz entiende que la ventana de Pharo está vacía (ya que es un ambiente virtualizado y no puede decodificarlo), cualquier persona no vidente está impedida de utilizarlo.

Aquí aparecen Ángeles Tella Arena y Matías Melendi, también estudiantes y ayudantes en la mencionada materia. «Cuando nos dimos cuenta de esto buscamos una alternativa que le permitiera a Miguel tener la misma experiencia interactiva que sus compañeros. La solución que encontramos fue modificar Amber Smalltalk, otra implementación del lenguaje que tiene la particularidad de ejecutarse en navegadores como Chrome o Firefox», cuenta Ángeles. Miguel terminó su cuatrimestre, al tiempo que Ángeles y Matías decidieron contactar al creador de Amber para contarle las mejoras que hicieron en materia de accesibilidad, las cuales fueron aceptadas e incorporadas al código.

Pero esta solución no es suficiente para su rol de ayudante. De ahí surge la idea del trabajo práctico final de Ángeles y Matías: Lázaro, un lector de pantalla para Pharo Smalltalk. Con la ayuda de Miguel, el nuevo desafío es que la herramienta que utilizan en clase sea accesible, no solo para que él pueda corregir ejercicios sino también para futuros estudiantes no videntes. A grandes rasgos, Matías explica que Lázaro reconocerá lo que sucede en cada ventana de Pharo (ellos decidirán qué aspecto resaltar), lo ordenará de forma coherente y lo enviará, en forma de texto, a un sintetizador de voz para que pueda leerlo. Básicamente, subtitularán lo que sucede en la pantalla.

«La tecnología, en líneas generales, logra la inclusión. Sin ir más lejos, en mi celular tengo aplicaciones para saber si las luces o los artefactos electrónicos están encendidos o apagados», asegura Miguel. Y completa: «Antes, estudiar una carrera era difícil, ya que los textos no estaban digitalizados y tenías que mandarlos a que alguien los lea. Esa demora causaba la imposibilidad de seguir el ritmo del resto del curso».

Situaciones como estas muestran, a la vez, las limitaciones de lo que se ha desarrollado y las posibilidades que brinda la tecnología. Matías y Ángeles sintetizan la iniciativa en una cuestión fundamental: Lázaro sirve para concientizar, tanto en la academia como en la industria. Y es una herramienta que ayuda a la comunidad.

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