En el dia de ayer se cumplió 53 años del fallecimiento de Adrianita Taddey, considerada en base a la fé´del pueblo del conurbano como la santita varelense, donde su historia viene ligada a una gran creencia y religion por parte de su familia.
Adrianita nació un 4 de noviembre de 1957 en Florencio Varela, en el seno de una familia de clase media de ancestros checoslovacos, quienes mantenian firme el ejercició de la fé entre todos.
Según cuentan en una de las historias que rodean a Adrianita, su mamá Antonia antes de conocer que estaba embarazada, en medio del comedor de su casa escuchó una voz dulce y angelical de una niña diciendo «mamá, mamá», dias despúes de consultar a un medico se enteró que estaba gestando un bebé, a su vez años mas tarde asumió que aquel llamado era la voz de Adrianita.
Ya con un comienzo de vida que incluia esta experienia angelical, Adrianita creció en una familia constituida por mamá, su papá Hector y su hermana, quienes pasaban sus dias en un hogar ubicado en la calle Belgrano en Villa Vatteone.
En 1961, más precisamente en Pascuas Adrianita de tres y años y medio, comenzó a sentirse mal y enseguida su familia la llevó al médico del barrió quien le aplicó una inyección, la cual horas despúes produjo un efecto adverso, el cual afectó su movilidad, creyeron que habia muerto, pero abrió los ojos ya con esta dificultad en su cuerpo.
En base a su estado, decidieron que se atienda en el Hospital de Niños en CABA, por lo cual en el primer diagnostico la familia no se llevó una muy buena noticia porque no les daban esperanzas acerca de la salud de la nena. Sin embargo, esta historia marcada por los milagros tiene hoja en su libro, un día en la visita que le realizaba su madre la cara de Adrianita se vio repleta de una gran sonrisa y su estado mejoró.
Contando el porqué de su cara, Adrianita le contó a su madre que vió a una señora muy bonita, con vestido largo, que era la Virgen María y que en un dialogo le prometió que iba a estar siempre a su lado, por lo que la fé de Antonia creció aún más.
Otro de sus días de permanencia en el hospital, Antonia encontró a su hija llorando y diciendole «mamá se murió Cachito», la señora la consoló que el can familiar estaba en la casa en buen estado ya que lo saludó antes de ir al nosocomio, pero al llegar a Florencio Varela y abrir la puerta de su hogar se encontró con el cuerpo del perrito en el comedor, donde efectivamente la niña a kilometros de distancia percibió la muerte de la mascota.
En el transcurrir de su internación Antonia le llevaba a la niña puñado de medallas de virgenes, cuales puso abajo de la almohada de su hija, en el afán de compartir su fé, Adrianita las repartía con el resto de los niños del nosocomio, quienes sin una explicación certera se recuperaban rapidamente en su salud.
Adrianita recibió el alta, llegó a su hogar sin saber que ya ese lugar con el tiempo sería testigo de la visita de varias personas quienes buscaban verla para sanar sus males.
A los 11 años, recibió la vacuna triple y horas después por un efecto adverso por una dosis fallada, su salud se complicó y falleció. Su luz se apagó, su mito nacia, y ese misma noche según varios lugareños, afirman que en el un corazón luminoso atravesado por una flecha se formó en el cielo.
Sus restos descansan en una boveda en el cementerio de Florencio Varela, en el que sus fieles, le dejan desde hebillitas de nena, flores hasta placas agradeciendo su acción, con la esperanza puesta en esta historia de vida de una niña que hasta el dia de hoy en el sur del conurbano atrae la fé del pueblo.