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Roberto Rivas Un verdadero ejemplo de vida y superación

Roberto «Kaki» Rivas, lanusense y fanático del grana estaba en su mejor momento a fines de 1999.Tras haberse consagrado campeón del TC Pista el año anterior, cumplía su sueño en esa temporada, de correr en el Turismo Carretera con los monstruos de la categoría. Pero el 9 de noviembre, cuando realizaba trámites bancarios, fue asaltado. Recibió un tiro en el ojo y quedó internado en grave estado. Su evolución fue favorable, pero perdió la vista. Tenía 24 años.

Luego de 16 años de aquel título logrado en el TC Pista, Rivas recibió su merecida copa. «Por diferentes circunstancias no pude recibirla. Hugo Mazzacane (presidente de la ACTC) me prometió que me la iban a entregar. Y qué mejor que en ese acto donde se conmemoraban las 300 carreras del TC Pista y junto con todos sus campeones», destacó Rivas, que se desempeña en el área comercial de la casa de venta de motos y de artículos del hogar que lleva su apellido.

En 2015 volvió a subirse a un Ford TC y lo aceleró, trompo incluido y controlado, en el circuito Roberto Mouras de La Plata, junto a su eterno amigo Emanuel Moriatis de copiloto. Dejó ese día un antecedente único en el mundo: Fue el primer piloto ciego en pilotear un auto de competición.

«Mi vértigo era acelerar a 240 kmh. Ahora mi adrenalina es salir a caminar con el bastón blanco», nos dice y agrega: «Dios me puso un desafío. Me puso a prueba. Claro que es difícil estar ciego, pero es una experiencia que me toca vivir. Yo tengo plena fe en recuperar la vista. Los médicos no me lo aseguran, pero yo sé que así será», se esperanza el ex piloto.

Hoy, con 45 años, Rivas es uno de los integrantes de la Selección Argentina de Tenis para Ciegos que participó en el último mundial realizado en España y en el que logró un quinto puesto. Además da charlas motivacionales a escuelas y empresas.

¿Cómo quedaste ciego?

Una semana antes de terminar el campeonato que ganó el Flaco Traverso, yendo para el banco con dos personas de seguridad, me asaltaron. Empezó un tiroteo. Una de las personas que me acompañaba murió y a mí me entraron esquirlas por los ojos, me pasaron por tres hospitales y no me daban posibilidades de vida. Decían: no se puede hacer nada, no me daban esperanzas.

Después de estar 15 días en terapia intensiva decían que si permanecía con vida iba a quedar cuadripléjico. Gracias a Dios lo único que perdí fue un sentido de todos los que tenemos. Imagínate que correr me apasionaba desde chiquito. Mi meta era competir con esos monstruos que dominaban las pistas del TC. Aquel campeonato lo luché hasta la última fecha con Diego Aventín. Finalmente lo gané, pero fue muy duro.

Por eso estoy eternamente agradecido al equipo que en su momento comandaban los hermanos (Emilio y Pablo) Satriano. Conformamos un gran grupo que se merecía el título, recuerda Kaki. No lo pude hacer más y comenzó esta nueva etapa en mi vida.

¿Te fue difícil adaptarte a la nueva situación?

En el año 2012 comencé a usar el palito. No tenía vergüenza, pero estaba cómodo. Mi familia me acompañaba a todos lados. Hice pareja, tuve una hija hermosa – Pili- pero yo siempre dependía de alguien así que un día mandé todo a la mierda, Agarré el palito que me había regalado mi primo Walter y me dije si hay ciegos que cruzan avenidas, laburan, ¿cómo que yo no puedo? Comencé primero a andar por mi casa y a dar vueltas a la manzana, pero quería un desafío mayor. Así que decidí irme a la terminal de la línea 37 y viajar hasta Capital.

Lo primero que me pasó fue subirme por la puerta de atrás así que si bien saludaba y quería ser amable, no tenía respuestas del chofer hasta que me gritó que vaya hacia adelante. Yo me acordaba del recorrido y del tiempo de viaje así que una vez que me imaginé que había pasado el Congreso decidí bajarme. Estaba en Las Heras y Marcelo T de Alvear. No conocía esas veredas.

Paro en una esquina, pasó un auto y me quebró el palito. El palito entero mide un metro cincuenta y cinco. Me lo partió y me sacó treinta centímetros. Era muy difícil poder guiarme en esas condiciones. Fui a comer pizza y cuando me quise volver, me dije cómo hago para parar el colectivo? Fue todo un tema notar la indiferencia de la gente a la que le pedía ayuda. Llegué llorando a mi casa. Ahora me río, pero son experiencias que tenés que vivir.

Después de muchos años, volviste a subirte a un Turismo Carretera. ¿Cómo fue esa sensación?

15 años años que no me subía a un Turismo Carretera. Iba a las carreras, sentía el ruido de los motores. Decía me quiero subir, yo ya estoy recuperando la vista. Todos los días soñando, ponía las manos como agarrando el volante y tirando cambios. El que me veía decía este está loco.

De tanto soñarlo, le planteó a Hugo Mazzacane, director del TC, que me quería subir a un auto de carrera, me lo puso a disposición, elegí al copiloto; Ema Moriatis, iba conectado a las radios para guiarme. Parecía que se rompía todo, sentía el motor. No me importaba nada. Íbamos a 250 km por hora. Lo más lindo fue que cuando bajé del auto había sesenta mil personas emocionadas entonces ahí hice un click y me dije yo puedo ayudar a la gente.

¿Cómo surgió tu pasión por el Tenis?

Cuando me dijeron que estaba el tenis para ciegos lo quise probar y me encantó, sentí la satisfacción de pegarle a la pelotita. Lo hacía para mantenerme en estado. Nunca en mi vida había agarrado una raqueta, pero Eduardo Raffetto, el presidente de la Asociación Argentina de Tenis Para Ciegos y entrenador de la Selección de la especialidad es amigo, me invitó a jugar, y me encantó! Al perder el sentido de la vista desarrollás el oído así que comencé a tratar de pegarle a la pelotita… ¡Ahora, estoy hecho un Djokovic!», nos cuenta “Kaki», con un admirable optimismo.

¿Cómo se dio la posibilidad de ir a un mundial y que experiencia te dejó?

Cuando Eduardo Raffetto me ofreció participar en el mundial que se realizaría en España le dije que sí. A partir de ahí, empecé a entrenar todos los días. Fue la primera vez que me puse la camiseta Argentina del otro lado de la cancha. El Mundial fue una experiencia hermosa, así que ya estamos planificando el viaje para el próximo torneo.

Además del tenis, ¿hacés otras actividades?

No, ahora estoy enfocado en esto. Lo que sí doy son charlas de motivación en escuelas y empresas. Doy el ejemplo de que por más que pierdas algo, la vida continúa. Esas charlas me motivan a mí, porque me doy cuenta que sirvo para alimentar emocionalmente a la gente.

Sabemos que tenés una gran esperanza en superar lo que te tocó vivir.
No es que yo me aferro a algo que no existe. Tengo mucho optimismo naturalmente. De hecho, cuando sucedió aquel episodio tan violento, permanecí un buen tiempo internado. Y pese a la gravedad de mi estado, ya que estuve muy cerca de la muerte, jamás me sentí deprimido. Al contrario, al saber que
estuve en la cornisa de la vida, tomé mi situación con fe. A veces escucho que hay gente que se hace problemas por pequeñeces. Hay que tener entereza. Yo no tengo la vista ahora, pero tengo la cabeza que funciona muy bien, dos brazos, dos piernas. Tengo más que lo que perdí».

¿Tenés algún mensaje para aquellos que han atravesado un momento duro en su vida?

Aquellos que viven una experiencia tan dura como la que sufrí les puedo decir que no bajen los brazos. Siempre hay una luz en el camino que transitamos. Pero hay que vivir la vida. De eso se trata. Siempre hay motivos para ser feliz. Yo tengo un sistema a través de la computadora que me lee los libros. Y gracias a ello me cultivo. Hay que saber disfrutar. El día que recupere la visión, lo primero que haré será subirme a un auto de competición. Y volveré a sentir aquel vértigo de acelerar a 240 kmh. Y podré decir que cambié el bastón blanco por la velocidad. Así será.

Ping Pong 

Un barrio de Lanús: Lanús Oeste

Un recuerdo de Lanús: La Casona

Un vecino que le gustaría conocer: Néstor Grindetti

Una pizzería de barrio: Aniello

Que te gustaría dejarles a tus hijos: Seguridad y tranquilidad

Un hobby: Tenis

Por Juan Carlos Roldán (Periodista de la Secretaría de Comunicación Social)

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