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Estabilidad cambiaria inducida, el único plan para llegar con el modelo “funcionando” a las elecciones.

A través de diferentes mecanismos el Gobierno está logrando una inusitada estabilidad cambiaria que ayuda a hacer piso a la actividad, contener la inercia inflacionaria y bajar las tasas de manera gradual. Sin embargo, los pilares de las bajas del dólar en el mercado mayorista no parecen ser muy sostenibles en el tiempo:

La baja de la inflación producto de la reprogramación tarifaria para las post-elecciones.

La presión alcista sobre monedas emergentes presente en las ruedas internacionales durante el último mes.

Una menor demanda de divisas por el menor nivel de actividad (que no dejó de implicar mayores ganancias para los bancos).

Una mayor oferta de dólares por el adelantamiento de los desembolsos del FMI, la fuerte llegada de capitales especulativos desde el exterior y las recientes emisiones de empresas con participación estatal.

Por su parte, la persistencia de este nuevo escenario cambiario permitió recuperar los encadenamientos macro “positivos” para el modelo (aunque malos para la actividad): la conformación de colocaciones a plazo en pesos del sector privado volvieron a acelerarse luego de 4 meses y permiten una mejor absorción de pesos por parte del BCRA en las subastas de LELIQs. Esto se vio también reflejado en una desaceleración de los depósitos en dólares y una baja sensible en las tasas en pesos.

Sin embargo, el costo cuasi-fiscal del programa sigue siendo “hacia adelante” una de las principales herramientas de vulnerabilidad que deja el modelo: en lo que va de 2019 se pagaron en intereses de LELIQs ARS 300 mil millones.

Finalmente, las acciones y los bonos tuvieron una semana positiva, pero no se observaron cambios relevantes en los fundamentals dado que el mercado global sigue a la espera de que la FED baje su corredor de tasas y eso de una “señal de compra” en emergentes.

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