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Merlo celebra el Primer Encuentro de Letras al aire libre

Por Carlos Rigel (Colaborador Especial)

Tras 24 años de terrorismo de Estado encubierto de peronismo, aunque de confección feudal, los vecinos de Merlo anoche aplaudieron de pie al aire libre en el cierre del Primer Encuentro de Letras en una expresión cultural y democrática que sólo podremos relacionar con Diciembre de 1983, y el regreso de la democracia.

El episodio cultural fue organizado por Autores de Merlo, una comunidad emergente y en pugna por impulsar y desarrollar espacios intermedios con la sociedad hasta ahora inexistentes desde hace décadas con el respaldo de la Secretaría de Desarrollo e Integración Social del gobierno local y la cita fue en la casa de las Antorchas, a pocas cuadras de la Estación del ferrocarril Sarmiento.

Merlo es una de las ciudades modernas y armoniosas de nuestra provincia, aunque dicha realidad no alcanza al resto de los barrios del distrito, algunos en un estado post-colonial de una llanura conquistada por adelantados, padeciendo una precariedad que no termina de abandonarlos, aún los reconocidos esfuerzos urgentes del gobierno actual. La concurrencia fue nutrida y diversa, además contó con la presencia de personalidades sobresalientes del distrito. Sin embargo, brillaron por su ausencia las autoridades de carteras que deberían haberse sentido involucradas.

Con una lista tenebrosa de un centenar de incontables víctimas resultantes de una etapa oscurantista de estilo medieval vivida, Merlo igual se puso de pie en libertad para reafirmar una transformación con signos de irreversible. Pero quizá el episodio cerrado en 2015 nos advierta que no hacen falta golpes de Estado para padecer la bestialidad en los gobiernos. Bajo una democracia cosmética que oculta un populismo sostenido con terrorismo –y que recordamos bien los argentinos– habita siempre un deseo de perpetuidad montado sobre la barbarie y el miedo. Y en Merlo eso fue lo que ocurrió durante un cuarto de siglo, una generación completa.

A través de los mínimos separadores entre eventos del programa fue inevitable rememorar las advertencias bajo la forma de sentencias crudas de la periodista italiana Oriana Falacci tras el triunfo del ex presidente Raúl Alfonsín sobre la endeble democracia naciente en Argentina, en esos años, recién recuperada, y que causó estupor en los argentinos. Pero también, recordar que la traición a los pueblos llega sonriente para abrazarlos. Todo se cumplió frente a los ojos de los habitantes de Merlo, y están a tiempo de impedir que vuelva a ocurrir.

El «Nunca más» de Strassera, estuvo implícitamente vigente, mientras el pueblo merlense se recupera de una tragedia silenciosa que alguna vez pareció interminable aún en tiempos de la republica. De allí la esterilidad de la protesta permanente para quienes recuperan un pasado de plomo para desconocer y negar los horrores del presente. Bien, pero hay vientos nuevos en Merlo.

La tarde fue evolucionando con distintas expresiones artísticas. La apertura con la voz mágica de la joven soprano Rodhes Garbarino al comienzo y las cantatas de un breve repertorio acompañada por piano con piezas de Gluck, fue una deleitosa extravagancia para el alma, un momento inspirador; un grupo de muchachos de una proclama contra la violencia estática y la danza de bombos criollos con la fuerza de la rebeldía y la claridad contestataria juvenil; un solista de guitarra que acompañó al público en el descenso de la noche con arpegios de cuerda.

Pero la nota de letras fue una sorpresa al descubrir entre los valores de distrito a poeta y ensayista Horacio Enrique Poggi, una experiencia memorable: la potencia inmóvil de sus cadencias poéticas y la reseña reveladora de su trayectoria donde rememoró los orígenes de una compañera de los talleres de narrativa, una novelista que pocos años después fue coordinadora de talleres tras la apertura democrática cuando este columnista recién comenzaba con los relatos primeros.

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En el inicio y en el cierre del evento hubo citas de ardores políticos inevitables en los coordinadores Mariano Iaciancio y Marcelo Lahitte, recordando traumas comunales vividos en carne por los vecinos y dispensando agradecimientos a las autoridades comunales por el espacio y el equipo técnico. También hubo cambios inesperados en el programa, como haberlo realizado amablemente al aire libre pero sin los anuncios previos ni la logística pertinente que luego fue improvisada de emergencia. Es que Autores de Merlo se trata de una comunidad de muchachos encendiendo sus primeros fuegos.

Pero fue una noche inolvidable y cerró intimista iluminada con velas, metáfora accidental que recuerda los cafés del Grupo de Mayo en los comienzos de la patria. El ambiente vagamente colonial de la Casa de las Antorchas y el sulqui en reposo en el amplio patio delantero de césped con árboles añosos inspiró esa idea suntuosa del tiempo y el origen. El público, absorto por momentos, muy respetuoso y adulto, fue solemne y constante, eso motivó las bromas literarias durante la disertación central para quebrar tanta estupefacta seriedad. Es que la literatura también debe concitar la sonrisa y hasta la risa liberadora.

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En la noche, puntos sueltos en el espacio y el tiempo configuraron una línea y luego una figura que ahora lleva el nombre de Autores de Merlo, una comunidad de jóvenes que cree transgredir las normas e invita a renovar los desafíos sociales. Pero cuando piensan que alteraron el camino, es que sólo han recuperado las buenas costumbres interrumpidas. Para ejemplificar los ciclos genéticos de la dialéctica social, Goethe, un constructor de cultura, afirmó que «Cada generación debe escribir su historia». Bien, Merlo está por escribirla. En esa capacidad resilente de los pueblos reside en el ADN del fluido generacional: la anularán, la reprimirán, pero encontrará fisuras y volverá siempre a cobrar protagonismo.

Tanta experiencia acumulada y al fin tuvo su espacio gracias al emprendimiento en la tarde de un Diciembre generoso por una organización que ha marcado la cancha. Merlo podría ser soberbia si lo quisiera, pero primero debe despuntar las asimetrías estructurales e igualar las oportunidades para todos los barrios. El acontecimiento cultural del Jueves fue una señal de los tiempos en un pueblo de la provincia que cree haber superado al peligro del abismo, aunque todavía debe alejarse del precipicio y reconfirmar a diario la ruta tan dolorosamente recuperada.

El grupo de Autores ahora diseña un ciclo de cine-debate de verano que promete hacer ruido. Signo y señal de etapa concluida, el Encuentro de Letras y el modesto café literario inaugural fue la manera ideal de expresar una dirección cardinal que la sociedad merlense ha elegido y que debe continuar como un horizonte cotidiano. Pero el fuego no es de nadie cuando le pertenece a todos: desde ahora sólo hay que procurar mantenerlo encendido.

 

CR

 

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