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Buenos Aires

Cierra la IX Feria del Libro de San Justo

Por Carlos Rigel (Colaborador Especial)

 

Reducida en calorías, aunque siempre novedosa, el Domingo 25 de Octubre cerró la IX edición de la Feria Municipal del Libro de San Justo, ciudad central del partido de La Matanza, en lo que hoy configura el acontecimiento superlativo y único de dimensión artístico y popular del distrito.

Aunque nuestro propio periódico adhirió a la gacetilla oficial emitida por funcionarios del área de prensa, cercana al compartimiento cultural de la comuna, listando el evento como un éxito sustentado por cifras exageradas de visitas, trataremos de poner en perspectiva los resultados del día a día hasta alcanzar un total razonable y creíble, con señales positivas y cautelas a tener en cuenta.

La disminución general en la venta de un producto que no es imprescindible para la mayoría de la ciudadanía en tiempos de crisis también limita el interés de los grandes expositores del rubro todavía desaparecidos desde la feria anacrónica de 2014, cuando fue apogeo y caída. Al menos la mitad de la nómina de expositores la componen organismos comunales, organizaciones sociales y fabricantes de baratijas o servicios para el hogar poco ligadas al fenómeno cultural y social del libro. Por eso debemos leer entrelíneas el «éxito» del evento y dejarlo, cuando menos, en suspenso.

Los tiempos hablan de una merma en la industria editorial y de una crisis evidente en el comercio del libro, eso lo sabemos. La retracción comercial produce cambios decisivos en el consumo, es decir, el corrimiento en las preferencias del público lector que restringe las compras aventureras o «experimentales» en favor de los textos reconocidos, o bien por el prestigio de sus autores o por el interés momentáneo de su contenido.

Frente a la polarización de las ventas, prosperan los textos pedagógicos, periodísticos y de análisis social. Los géneros afectados son las ficciones, tanto novelas como relatos y. al fin, la poesía, mientras que los autores emergentes frente a los reconocidos llevan la peor parte en las ventas estadísticas.

Sin duda, el libro atraviesa una de las crisis más severas de las últimas décadas y las ferias de libros regionales son indicadores sensibles, barómetros de una alarma que debería preocupar a nuestras autoridades. Como referíamos tras la apertura, las fechas que comprende la propuesta no ayudan al comercio. Iniciar una feria pública a mediados y hacia fin de mes augura muchas visitas pero pocas ventas, cálculo que derrumba o relativiza las posibilidades de amortizar el esfuerzo del comercio en transporte de mercadería, armado de stand y el pago al personal de cada editorial o librería interesada en exponer a la venta un producto restrictivo a fuerza de errores indexados –casi siempre políticos– como es el libro como signo cultural.

También prosperaron las operaciones con tarjeta en detrimento del efectivo, algo que también localiza y desagrega al libro como presencia de interés popular. La adquisición de un libro dejó de ser la compra característica de otros tiempos, al estilo de las golosinas en los quioscos o los comestibles en los mercados, y pasó a ser un movimiento contable dentro del mes que requiere de cálculos meditados y previos a una decisión menos ilustrada que económica. Mucha concurrencia de público no indica grandes operaciones de venta.

Pero afirmar que fue visitada por «más de 200 mil personas» configura una exageración tendenciosa y, sin duda reflejo plástico del operativo oficial de gacetillas listando éxitos comunales. El flujo de visitas promedio se mantuvo entre 2 mil y 3 mil personas diarias, excepto que 4 días duplicó esa cifra, los Viernes y los Sábados, y 2 días la triplicó, los Domingos, con personas que repitieron la visita hasta 5 veces durante el lapso total del evento. Cada persona dispensa hasta una hora y cuarto en recorrer la totalidad.

Fue bastante simple de observar: la misma estructura arquitectónica no hubiera soportado de ninguna manera la visita de 20 mil personas diarias. El cálculo dice que 200 metros de recorrido total por 4 metros de ancho, aunque llenos de gente, a 4 personas por metro cuadrado, no soporta más que 1000 personas en horario pico –2 horas del día, como máximo–, mientras que el resto de la jornada ese flujo descendió a un cuarto y aún menos.

Nuestra estimación: la feria de San Justo fue halagada por la visita de 30 mil a 40 mil personas de clase media y media-alta con una modesta holgura económica. La clase baja aún se muestra hermética frente al atractivo del libro y la lectura, y tanto la promoción como el estímulo no alcanzan todavía para seducirla.

Pero también fue un desacierto anticipado apostar todos los huevos en una sola canasta, con la presentación en sociedad del volumen Mentir a diario, del locutor uruguayo Víctor Hugo Morales, más de acuerdo con el posicionamiento político de la comuna que con el valor cultural del lanzamiento editorial. No hubo filas masivas de gente para asistir al momento en un auditorio previsto para 120 personas sentadas, como sí ocurrió con la visita de Alejandro Dolina, cuando las expectativas de público quedaron sobrepasadas.

Cabe destacar que la figura sobresaliente invitada pasa a simbolizar el evento, una especie de padrinazgo implícito, de allí que también merezca al análisis táctico en la elección de dicha figura: no sólo debería cumplir con requisitos ideológicos sino también nacionales, culturales y artísticos. Por otro lado, no fue menor la confusa presencia de Fernando Espinoza, ex intendente del distrito, encabezando la visita protocolar a los expositores, siendo anunciado como «jefe de asesores comunales», luego seguido por la actual Intendente, Verónica Magario, quien debía ser la primera.

No obstante, hablamos de un éxito en otros órdenes de índole social, provincial y hasta nacional. Una feria de libros que casi duplica la concurrencia de los dos años anteriores en una de las intendencias del conurbano más castigadas por la crisis, el desempleo y las asimetrías económicas, descarta el fracaso entre los resultados posibles. Pero sólo con mucho trabajo estratégico y decisiones acertadas, la Feria Municipal del Libro de San Justo recobrará el fenómeno de interés comercial y popular alcanzado en 2014. Por el momento, el evento es un éxito moderado de un público restringido mientras el libro sigue en crisis.

 

CR

rigel

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